Fuego devora, quema y arrasa; sana y purifica al paso en el que el demonio va devorándose los pecados de la tierra, destruye lo que en algún momento fue espléndido, es tan caprichoso que una vez iniciado no tiene dirección, voluble y altanero que no deja de rendirse nunca para volver a levantarse cada vez más imponente, se cree omnipotente, pero ese mismo ímpetu muchas veces le cuesta caro, se alza tan rápido y con tal fuerza que desaparece como comenzó.
Ese fuego abrasador era el que le había costado su hogar, ahora solo quedaban árboles verdes y recuerdos en la memoria, de eso ya varios años.
Ilustración por Annia
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