When I had a place of my own…/Cuando tenía mi propia casa…

[En castellano abajo]

When I had a place of my own, I loved having people over; especially girls who needed some time out from studies, girls who felt like didn’t have a place they belonged, girls who needed a place to stay, or anyone actually. I loved opening my home and doing my best to make them feel at home. The more guests I had, the more I developed a knack for knowing how to make them feel comfortable. I rejoiced when my guests were comfortable enough to sleep a nap in my living room or when they grabbed themselves things from the fridge or tea table without asking permission.

For some reason, there is one anecdote that sums up how happy I was with how comfortable people were in coming to my house. One time, I got home and discovered chocolate and ice-cream cone crumbs on my floor. I looked in the trash can and I found chocolate ice-cream wrappings. I looked in the freezer and saw two ice-cream cones. I called out to see if my roommate was home, but she wasn’t. What a mystery. My roommate wasn’t the type to buy that kind of chocolate ice-cream. When she came home, I asked her about it. She said she hadn’t bought it.

Later on, we found out that a dear dongseng R (girl who is younger than me) came over to my house when my roommate and I were not there. So, she let herself in (I let many girls know the password to my house), and waited for us a bit. She had brought three chocolate ice-cream cones to share with us. Since we weren’t coming, she sat on our easy chair and ate her ice-cream by herself. When she was done, she left our ice-creams in the freezer and left.

The image that stuck in my head was cute little R sitting in my living room, peacefully finishing her ice-cream as she waited for us, and I was glad she could just come and do her thing in my house even though I wasn’t physically there.

These and many other stories made me think that I was a channel of blessing to them. But, as I was doing the dishes today, I realized what a huge blessing they were to me! Allowing me to share into their lives meant they were sharing their lives with me! Now-a-days I do a lot of housework by myself; there is no one to converse with or to listen to. I miss doing the dishes or sweeping my floor as I listen to laughter and conversations, or girls lining up asking how they can help clean up, or girls being comfortable in the silence as they wait for me to finish whatever chores were at hand.

Conclusion: They were a blessing to me for coming and sharing, opening up, eating, cooking, washing dishes, sitting on my cushions and bed, relaxing, crying, and laughing. They shared parts of their precious lives with me, and I will forever be grateful and humbled for having had such wonderful visitors in my home.

 

Cuando tenía mi propio apartamento en Corea, me encantaba ser anfitriona. Venían chicas que necesitaban un descanso de los estudios, chicas que no tenían donde ir, chicas que necesitaban hospedaje, o cualquier persona que quería un tiempo y espacio de descanso. Me encantaba abrir las puertas de mi casa y hacer todo lo que podía para hacerlos sentirse como en casa. Cuando mis huéspedes se sentían tan cómodos como para dormirse una siesta en mi sala, o cuando se agarraban cosas de la mesa de té o de la heladera sin preguntarme, me alegraba el día porque sabía que realmente se sentían como en casa.

Hay una anécdota que resume lo mucho que me gustaba que la gente se sintiera como en casa en mi casa. Una vez, llegué a casa y pisé migajas de cucurucho y pedacitos de chocolate. Me fijé en el tacho de basura y vi que había papelitos del helado. Me fijé en el freezer y había dos helados iguales que el del tacho. Que misterio. Mi compañera de piso no compraba ese tipo de helado. Cuando vino a casa, le pregunto si fue ella quien lo compro. Me dijo que no.

Después de un tiempo, dongseng R (quiere decir chica que es más joven que yo) vino a casa cuando nosotras no estábamos en casa. Se dejó entrar por si misma (les había dada la contraseña a varias chicas), y nos esperó un rato. Había traído tres helados para comer con nosotras. Ya que no veníamos, se sentó en mi silla cómoda y se comió su helado. Cuando terminó, dejó nuestros helados en el freezer y se fue.

Y esa es la imagen que se me quedó en la mente. Mi querida R sentada en mi living, cómodamente comiendo su helado mientras nos esperaba. Me hizo muy feliz saber que podía venir a mi casa, hacer lo suyo cómodamente hasta cuando no estaba yo presente allí.

Por medio de anécdotas como éstas y muchas otras, yo pensé que era un canal de bendición a esas personas que pasaron por mi casa. Pero, mientras lavo los platos hoy, me doy cuenta de que ellos fueron un gigantesco canal de bendición para mí. Permitirme abrir mis puertas hacia sus vidas quiere decir que ellos estaban compartiendo sus vidas conmigo. Hoy en día, hago quehaceres de la casa sola y no hay nadie con quien hablar o a quien escuchar. Extraño lavar platos o limpiar el piso mientras escucho conversaciones y risas, o tener chicas que me preguntan de buenas ganas cómo pueden ayudarme, o cuando están cómodas en el silencio mientras esperan a que termine.

Conclusión: Ellos fueron una fuente de bendición a mí por venir y compartir, por abrirse conmigo, comer, cocinar, lavar los platos, sentarse en mis almohadones y mi cama, relajarse, llorar, y reír. Ellos compartieron partes de sus preciosas vidas conmigo, y para siempre estaré agradecida y humilde por haber tenido tanta gente maravillosa en mi hogar.

I made a Visitor’s Wall and it was fun to see what people wrote. We had gotten up to four pages of these. Some messages were for my roommates. / Había hecho una Pared de Visitas y fue divertido ver que escribía la gente. Tuvimos hasta cuatro páginas de esto. Algunos mensajes eran para mis compañeras de piso. Advertisements Share this:
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