En El monarca de las sombras, Javier Cercas (Ibahernando, 1962) recrea la vida y temprana muerte del tío de su madre, Manuel Mena, joven falangista que cayó combatiendo con 19 años en la batalla del Ebro. Estas páginas suponen, una vez más en la obra de Cercas, una expiación de hechos ocurridos durante la Guerra Civil, y una explicación y justificación atenuante de un presente asediado por los fantasmas del aquel conflicto bélico. Al igual que en Soldados de Salamina, una acción cometida en tiempo pasado influye en las vidas actuales y las condiciona, poniendo de nuevo de relevancia la capacidad de la Guerra Civil española para envenenar el presente.
Si Soldados de Salamina funcionaba como una metáfora de las complejidades subterráneas de una guerra vendida desde temprano como una la lucha a muerte entre el mal y el bien, El monarca de las sombras indaga en los motivos de ese mal y lo particulariza en la figura de un joven equivocado, Manuel Mena, cuya decisión sigue pesando en los familiares que ganaron la guerra pero, enmendando a Andrés Trapiello, perdieron la guerra de las ideas. Una vez más Javier Cercas se desdobla como personaje y parte en busca de sus raíces franquistas para entender pero no justificar, para comprender pero no compadecer, para concluir que “somos nuestros antepasados” y llevamos con nosotros a los muertos y cargamos con su culpa.
El exordio de Cercas, la forma que tiene de entender y restituir la dignidad, o al menos la honra, de un muerto tan políticamente incorrecto como su tío-abuelo falangista es contar su historia, hacer al lector partícipe de un viaje hacia su pueblo natal, Ibahernando, para entrevistar a los supervivientes del pasado y tratar de recrear las andanzas, ideas y sentimientos de un joven que, al revés que el protagonista de Soldados de Salamina, se equivocó cuando no había que equivocarse, y con su decisión, basada en engaños y propaganda, arruinó su vida y marcó las de sus familiares hasta incendiar la del escritor, que convierte en ficción su búsqueda.
Como suele ser habitual en las novelas de Javier Cercas por lo menos desde Anatomía de un instante, las citas entresacadas de libros y los ejemplos que actúan como leitmotivs que se repiten página tras página envuelven la trama en capas de significado como una rueda dentada que retroalimenta el relato y pone en comunicación su arranque con su final. La conclusión de la investigación es el propio libro que hemos leído y el texto solo construye su significado final con su propia narración. Cercas nos expone el proceso de escritura de un libro, incluye en su ficción y en su relato las notas, anécdotas y minucias de un viaje compartido hacia el corazón de la verdad o la mentira total, que es la apuesta de sus ficciones.
El monarca de la sombras no tiene una metáfora tan clara como Soldados de Salamina, no hay ningún detalle oculto se nos desvele y que condene o engrandezca a Manuel Mena, salvo su propia vida, la voluntad de que sus escasos 19 años sobre la tierra no se olviden, la importancia última de toda existencia y de lo que se puede aprender de ella. Si no como lección, como ejemplo de valores humanos, como era el soldado Miralles de Soldados de Salamina, Mena funciona como conclusión de que de nada sirve, ni es honroso, morir por la patria, y menos por las patrias inventadas por intereses particulares ajenos.
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