“Y ten por seguro que mucho lo agradeceré y lo pagaré que por ello te enriqueceré, te glorificaré”. (Nican Mopohua) fueron las palabras de Sta. María de Guadalupe al pequeñito y delicado”: Juan Diego. Pero como las palabras de María son como las palabras de Jesús, perennes, inmutables, no pasajeras, tendrán que cumplirse al pie de la letra, no importando los tiempos y las distancias, no obstante haber transcurrido 486 años… (1)
“El santuario es ante todo lugar de la memoria de la acción poderosa de Dios en la historia, que ha dado origen al pueblo de la alianza y a la fe de cada uno de los creyentes (…) En primer lugar, el santuario recuerda que la Iglesia nace de la iniciativa de Dios; iniciativa que la piedad de los fieles y la aprobación pública de la Iglesia reconocen en el acontecimiento que ha dado origen a cada santuario. Por tanto, en todo lo que guarda relación con el santuario y en todo lo que en él se expresa, es preciso descubrir la presencia del misterio, obra de Dios en el tiempo, manifestación de su presencia eficaz, oculta en los signos de la historia. Esta convicción se manifiesta en el santuario también a través del mensaje específico vinculado a él, tanto con respecto a los misterios de la vida de Jesucristo, como con relación a algunos de los títulos de María, «modelo de todas las virtudes ante toda la comunidad de los elegidos» (a), y también con relación a los santos cuya memoria proclama «las maravillas de Cristo en sus siervos» (b) (…) En segundo lugar, el santuario recuerda la iniciativa de Dios y nos ayuda a comprender que esa iniciativa, fruto de un don, debe ser acogida con espíritu de acción de gracias. En el santuario se entra, ante todo, para dar gracias, conscientes de que hemos sido amados por Dios antes de que nosotros fuéramos capaces de amarlo; para expresar nuestra alabanza al Señor por las maravillas que ha realizado (cf. Sal 136); para pedirle perdón por los pecados cometidos; y para implorar el don de la fidelidad en nuestra vida de creyentes y la ayuda necesaria para nuestro peregrinar en el tiempo. En ese sentido, los santuarios constituyen una excepcional escuela de oración, donde especialmente la actitud perseverante y confiada de los humildes testimonia la fe en la promesa de Jesús: «Pedid y se os dará» (Mt 7, 7) (c). Percibir el santuario como memoria de la iniciativa divina significa, por consiguiente, educarse a la acción de gracias, alimentando en el corazón un espíritu de reconciliación, de contemplación y de paz. El santuario nos recuerda que la alegría de la vida es, ante todo, fruto de la presencia del Espíritu Santo, que suscita en nosotros también la alabanza a Dios. Cuanto más seamos capaces de alabar al Señor y hacer de la vida una perenne acción de gracias al Padre (cf. Rm 12,1), presentada en unión con aquella única y perfecta de Cristo Sacerdote, especialmente en la celebración de la Eucaristía, tanto más el don de Dios será acogido y fecundo en nosotros. Desde este punto de vista, la Virgen María es “modelo excelso” (d): con espíritu de acción de gracias, supo dejarse cubrir por la sombra del Espíritu (cf. Lc 1,35), para que en ella el Verbo fuera concebido y donado a los hombres. Mirando hacia ella, se comprende que el santuario es el lugar de la acogida del don de lo alto, la morada en la cual, en acción de gracias, nos dejamos amar por el Señor, precisamente siguiendo el ejemplo de María y con su ayuda. El santuario recuerda, pues, que si no hay gratitud, el don se pierde; si el hombre no sabe dar gracias a su Dios que, cada día, incluso en la hora de la prueba, lo ama de modo nuevo, el don es ineficaz (…) En tercer lugar, el santuario, en cuanto memoria de nuestro origen, muestra cómo este sentido de asombro y de acción de gracias nunca debe prescindir de la coparticipación y del compromiso en favor de los demás. El santuario recuerda el don de un Dios que nos ha amado tanto, hasta el punto de colocar su tienda entre nosotros para darnos la salvación, para ser nuestro compañero en la vida, solidario con nuestro dolor y con nuestra alegría. Esta solidaridad divina la testimonian también los acontecimientos que dan origen a los diversos santuarios. Si Dios nos ha amado así, también nosotros estamos llamados a amar a los demás (cf. 1 Jn 4,12), para ser con la vida el templo de Dios. El santuario nos impulsa a la solidaridad, a ser “piedras vivas”, que se sostienen mutuamente en la construcción, en torno a la piedra angular que es Cristo (cf. 1 P 2,4-5)… (2)
Basílica de Santa María de Guadalupe en la Ciudad de México
Parroquia de Santa María de Guadalupe en Toluca, México
Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Aguascalientes, México
Santuario de la Virgen de Guadalupe en Saltillo Coahuila
Iglesia del Santuario de Guadalupe “La Lomita” en Culiacán Sinaloa, México
Catedral de Zamora “Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe” en Zamora Michoacán, México
Parroquia de Santa María de Guadalupe en Arandas Jalisco, México
Parroquia Santa María de Guadalupe en Pedro Escobedo Querétaro, México
Santuario de la Virgen de Guadalupe en Cholula Puebla, México
Santuario de la Virgen de Guadalupe en Morelia Michoacán, México (Templo de Juan Diego)
Santuario Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en San Luis Potosí, México
Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en Mérida Yucatán, México (Parroquia de San Cristóbal)
Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Cancún, Quintana Roo, México
Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe y de la Santa Cruz (Huatulco) Estado de Oaxaca, México
Fuera de México
Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe en Panamá
Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en Bogotá, Colombia
Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe en Caracas, Venezuela
Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en (Palermo) Buenos Aires, Argentina
Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Chicago Illinois
Santuario a Nuestra Señora de Guadalupe en Guatemala
Oración:
Oh, Padre Celestial, que concediste a San Juan Diego ser el confidente de la Virgen de Guadalupe y asistir al nacimiento de la fe en nuestra patria, te pedimos, por su intercesión, que socorras a los más necesitados. Consuela a los enfermos de alma y cuerpo y concede que el pueblo mexicano, unido por la fuerza del amor a nuestra dulce Madre del Tepeyac, haga de cada uno de sus hogares un templo vivo en donde adoremos a Jesucristo, Nuestro Señor, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.
Amén.
Más en:
(1) Nuestra Señora de Guadalupe y San Juan Diego. San Juan Diego, modelo del laico. Imprimatur.
(2) El Santuario, Memoria, presencia y profecía del Dios Vivo.
La Parroquia de Santa María de Guadalupe “Una Joya Barroca en Toluca”
Periódico Sagrada Familia de Cancún
Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe en Panamá
a) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 65.
b) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Sacrosanctum Concilium, 111.
c) El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda: «Los santuarios son, para los peregrinos en busca de fuentes vivas, lugares excepcionales para vivir en comunión con la Iglesia las formas de la oración cristiana» (2691).
d) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 54 y 65. 19) Pseudo Eusebio de Alejandría, Sermón 16: PG 86,416.
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