La luna no está
Nathan Filer
Alianza Editorial
La muerte de un hermano con síndrome de Down es el origen de todo. No estoy desvelando nada, porque la novela se inicia precisamente así: un joven empieza a contar su historia, que cambia para siempre el día en que su hermano muere accidentalmente. Este trauma marca el despegue de sus problemas mentales, que le llevan a pensar una y otra vez las mismas cosas, a comportarse de forma extraña y distinta, a separarse de su familia, amorosa pero profundamente afectada por la muerte del niño. Al final el protagonista encuentra su propio camino: no es la solución, pero nos deja a todos con un hilo de dolor dentro calmado, aunque vivo.
Es meritorio en este libro el reflejo de la enfermedad mental. Se trata de una situación difícil de plasmar desde un narrador protagonista, pero la combinación de diferentes épocas de narración (a veces es el niño, otras el adolescente, otras el joven), la ausencia de orden cronológico en sus recuerdos, la diferente tipografía derivada de los diferentes sistemas de escritura que va a usar, y su extremadísima sensibilidad para captar matices en el comportamiento humano nos meten por completo en un cerebro enfermo. “La enfermedad aprende conmigo”, nos dice. Sabe lo mismo que él sabe y nosotros también. Nos vemos envueltos en su discurso franco, sencillo, emotivo sin ñoñerías, con una tremenda sensibilidad por parte del protagonista. Y al final también nosotros participamos en la simbólica despedida de su hermano, en el cierre del proceso terrible de dejar atrás a quien amas y por quien sabes que quizá podrías haber hecho algo más.
Respecto a los adolescentes y su experiencia con La luna no está, me ha sorprendido que la alteración cronológica, que yo considero una herramienta más para imprimir el sello de locura en el lector, haya dificultado en algunos casos la lectura. La mayoría de ellos, sin embargo, me la han devuelto profundamente conmovidos.
Lorena
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